Historia del vino (pt. 2)

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Los romanos y el vino

Los romanos heredaron de los griegos la afición al vino. A pesar de ésto, durante la época romana, fueron los galos quienes aportaron un método nuevo: las barricas, que ellos habían usado anteriormente para la cerveza. Julio César, en su campaña por las Galias, reemplazó las ánforas para el transporte del vino, por las barricas galas de madera.

En la época de la conquista romana en nuestra península, el comercio del vino tenía ya era muy importante. Se llegó a exportar tanto vino español a Roma que Diocleciano (año 20) puso fin a este comercio para evitar la ruina de los viñedos en Italia. Nuestros vinos fueron estudiados por los intelectuales romanos, desde Columela hasta Aurelio Prudencio.

El método característicamente romano de cultivo de vides en árbol todavía se practica en el sur de Italia y también en el norte de Portugal. Pero el hecho histórico de mayor consecuencia para el desarrollo del vino fue la implantación de la vid en la Galia. Cuando los romanos desocuparon lo que hoy es Francia, en el siglo V, habían establecido casi todos los fundamentos del vino hasta nuestros días. Desde Provenza se expandieron por el valle del Ródano y en tiempos de Julio César llegaron hasta Burdeos.

«Se llegó a exportar tanto vino español a Roma que Diocleciano (año 20) puso fin a este comercio para evitar la ruina de los viñedos en Italia.»

Todos los inicios tuvieron lugar en los valles de ríos importantes, que eran las líneas naturales de comunicación que los romanos despejaron de bosques y comenzaron a cultivar. Se descubrió que los viñedos tenían un efecto asentador y civilizaban a la población y, además, las embarcaciones eran el único medio para trasladar cargas pesadas como el vino. También debieron comprender el efecto beneficioso que la cercanía de un río ejerce en los vinos.

El célebre Vinum Digitanum al que referencian las ánforas del año 31 a.C., es con seguridad vino gaditano y la Bética, Tarragona, Valencia o Baleares, eran puntos de exportación. Eran vinos muy fuertes. Se mezclaban con ceniza, arcilla, polvo de mármol, resina, pez, etc. Luego se envasaban en ánforas de barro, tapadas con yeso y se dejaban envejecer hasta diez años, a veces junto a las chimeneas para que tuvieran cierto sabor ahumado.

El vino y su elaboración en la antigua Roma fueron reflejados en la literatura de la época. Virgilio nos dejó lo que puede ser considerado un buen consejo para el viticultor: A los vinos les agrada un monte abierto. Mucho se ha especulado mucho sobre la calidad del vino romano. Al parecer, tenía extraordinarias propiedades para la conservación lo que en sí mismo sugiere que era de buena calidad. Las grandes cosechas eran comentadas e incluso bebidas durante más tiempo del que parece posible: el famoso Opimiano – del año del consulado de Opimius, 121 a.C. – era consumido incluso hasta 125 años después. Los romanos contaban ya entonces con las técnicas necesarias para envejecer el vino.

No se limitaban como los griegos a las ánforas de barro, aunque también las utilizaban. Posiblemente hace dos mil años se bebía un vino ciertamente parecido al actual: joven, elaborado más bien con tosquedad; seco o fuerte, según el tiempo estival.


 

alandalus

La edad media

La historia de nuestros tres productos emblemáticos es también la historia del hambre, la colonización y la mezcla de culturas y civilizaciones del Mediterráneo, desde sus orígenes agrícolas en Próximo Oriente hasta su constitución como unidad cultural, a lo largo de los milenios que han configurado los rasgos primeros de nuestra identidad: el paisaje de trigales, olivos y viñedos que ha llegado a ser paisaje geográfico y simbólico de la cultura de esta parte del planeta.

Palabras como alcohol, alambique, aloque o arrope provienen del idioma árabe. Los árabes invadieron la península ibérica en el siglo VIII. Su llegada en pequeñas, pero continuas oleadas dio lugar a una convivencia con la población existente. Por ello, salvo esporádicos intentos de prohibir el consumo de vino y el cultivo de la vid, la viticultura y el comercio continuó estando presente en la península ibérica.

La tradición vinícola de los hispanovisigodos, unido a que el Corán no prohíbe expresamente la plantación y cultivo de la vid, ya que se pueden comer uvas o pasas, hizo que el consumo de vino persistiese bajo una actitud permisiva por parte de los musulmanes. De todas formas en este período el consumo, la producción y el comercio de vino se desarrolló y no sólo en la zona de mayor influencia árabe de la península. Culminada la reconquista, el consumo de ciertos productos como el cerdo o el vino servían para distinguir a los musulmanes no conversos que habitaban los reinos musulmanes.

«Durante siglos la Iglesia fue la propietaria de muchos de los principales viñedos de Europa.»

La viticultura debe también gran parte de su desarrollo al cristianismo y su propagación. Durante la Edad Media, la Iglesia fue la depositaría de los conocimientos de la civilización y los monasterios frecuentemente cultivaban la vid en sus alrededores, por lo que la Iglesia llegó a identificarse con el vino, no sólo como sangre de Cristo, sino también como un lujo reconfortante en este mundo. Con el avance de la Reconquista, los monjes comenzaron la repoblación de cepas en zonas más al sur.

El Camino de Santiago, fue una vía de comunicación e intercambio de todo tipo de ideas, conocimientos, lenguas y culturas, y por él entraron nuevas variedades de uva, como la Albariño, de origen germano, que fue importada por monjes cistercienses.

Además de ser el vino necesario para la celebración de la misa, durante la Edad Media la elaboración del vino constituyó una tarea importante en los monasterios. Cada uno poseía su propio viñedo, de donde se extraían los vinos usados en la liturgia, de tal modo que los monjes medievales pueden considerarse precursores de las modernas viticultura y vinicultura, dejando huellas tan claras como los vinos llamados priorato que vienen de la palabra prior.

Durante siglos la Iglesia fue la propietaria de muchos de los principales viñedos de Europa. Dentro de una estructura estable, en la que instrumentos, términos y técnicas parecían inmovilizados, empezaron a surgir lentamente muchas de las variedades de vinos que hoy nos son familiares. Las viñas se extendían alrededor de los monasterios y se fueron alargando hasta cubrir los terrenos de las cuencas del Duero y del alto Ebro, creciendo a lo largo del Camino de Santiago donde surgen vinos en la ribera del Duero, Lerma, Palencia, el Bierzo y más al norte los viñedos de la cuenca del río Sil. También en los campos de Castilla a orillas del Eresma así como en La Serena y en Tierra de Barros, casi en la frontera con los reinos musulmanes.