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Blog sobre el vino entendido como patrimonio cultural.

Vinos y libros

No es una exageración decir que el vino es una bebida ritual para el ser humano. Nacimientos, muertes, victorias, derrotas; en todas ellas siempre hay vino, estrechando lazos entre los asistentes a dichos actos.


No es sorpresa entonces que el vino tenga una presencia constante en numerosas obras literarias. Así como nuestras vidas están llenas de momentos álgidos relacionados con el vino, también lo están los libros que relatan experiencias universales.

Para ello seleccionamos una lista con obras literarias en las que el vino es usado en la narrativa como elemento simbólico. Algunas de la obras nos son familiares a todos, otras quizá sean referencias menos conocidas. En algunos casos, la relación con el vino será obvia, en otros será menos evidente o más compleja de entender. No obstante, en todos los casos creemos que hay algo que nos ofrece un nivel de comprensión mayor sobre la dimensión cultural del vino, y su importancia como elemento ritual para la humanidad. Cuando decimos ritual, en realidad no nos referimos a ritos habituales como puedan ser un rezo, una bendición, tocar madera… Lo que importa es la consciencia, el estar presente y ser testigo de la vida pasando ante nuestros ojos, y el vino siempre amplifica estas sensaciones.

Al fin y al cabo, acudimos al vino para ser transportados a otro plano mental, tal y como hacemos cuando comenzamos una lectura. Os invitamos a recorrer algunas obras literarias en un recorrido repleto de ingenio, amor, vida y por supuesto, vino.


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Enrique IV. William Shakespeare

En su obra histórica Enrique IV, publicada en el año 1600, William Shakespeare dio vida a Falstaff, un personaje que representaba lo cómico y era un alegre y divertido bebedor. En un pasaje de la obra, Falstaff realiza una acalorada defensa del sack, un vino blanco fortificado importado de España, predecesor del jerez.

Un buen sack contiene en sí un doble efecto. Primero sube al cerebro; allí se encarga de secar todo lo estúpido, aburrido y grumoso que hay en el entorno. Lo vuelve aprehensivo, ágil, sagaz, lleno de exaltada astucia y exquisitas formas. Luego, esto, trasladado a la voz, a la lengua, que es el nacimiento, se convierte en un excelente humor.


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Anna Karenina. León Tolstoi

La novela de León Tolstoi Anna Karenina ha sido considerada por autores contemporáneos como la mejor novela de todos los tiempos. En un fragmento de la misma, uno de los personajes, Kitty, observa el primer encuentro de Anna Karenina con el que luego sería su amante. Tolstoi relata lo que vió la princesa rusa Kitty en ese encuentro:

Podía ver que Anna estaba embriagada con el vino del éxtasis que inspiraba. Ella conocía esa sensación, conocía sus signos, y los vio todos en Anna  vio la temblorosa y brillante luz en sus ojos, la sonrisa de felicidad y emoción que involuntariamente forman sus labios, y la inconfundible elegancia, seguridad y suavidad de sus movimientos.
“¿Quién es?” se preguntó, “¿Todos o ninguno?” Miró y sintió que su corazón se estrujaba cada vez más. “No, no es la admiración de la multitud lo que la embriaga, es el éxtasis de un solo hombre”.


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París era una fiesta. Ernest Hemingway

La “generación perdida” de estadounidenses expatriados en París filosofaba sobre la vida alrededor de una botella de vino en los cafés y bares de la capital francesa. En estos relatos, Hemingway nos cuenta sus experiencias y encuentros con F. Scott Fitzgerald, Gertrude Stein y otros:

En Europa el vino era algo tan sano y normal como la comida, y además era un gran dispensador de alegría y bienestar y felicidad. Beber vino no era un esnobismo ni signo de distinción ni un culto; era tan natural como comer, e igualmente necesario para mí, y nunca se me hubiera ocurrido pasar una comida sin beber vino, sidra o cerveza. Me gustaban todos los vinos salvo los dulces o dulzones y los demasiado pesados, y nunca imaginé que si Scott compartía conmigo unas pocas botellas de un vino blanco de Mâcon, seco y más bien ligero, en él se iban a producir cambios químicos que le convertirían en un majadero.


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Gastrónomos. Roald Dahl

Más conocido por sus cuentos para niños como Charlie y la fábrica de chocolate, Dahl también escribió ingeniosos relatos para adultos. Gastrónomos trata sobre dos expertos en vino que hacen una apuesta para ver quién es capaz de identificar una misteriosa botella – y también sobre el esnobismo que rodea en ocasiones al vino.

Richard Pratt era un famoso gourmet… Organizaba comidas en las cuales eran servidos platos opíparos y vinos raros. No fumaba por terror a dañar su paladar, y cuando discutía sobre un vino tenía la costumbre, curiosa y un tanto rara, de referirse a éste como si se tratara de un ser viviente.
«Un vino prudente —decía—, un poco tímido y evasivo, pero prudente al fin.» O bien, «un vino alegre, generoso y chispeante. Ligeramente obsceno, quizá, pero, en cualquier caso, alegre».


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Ulises. James Joyce

En Ulises, decir «sí» al vino también representa el decir «sí» a la vida. Para Leopold Bloom, el sabor del vino le hace recordar momentos pasionales en uno de los pasajes más eróticamente evocadores de la literatura (la novela fue prohibida en EE.UU. de 1921 a 1933).

El fulgurante vino se le demoraba en el paladar, tragado. Pisando en los lagares uvas de Borgoña. El calor del sol, eso es. Parece como un toque secreto que me dice un recuerdo. Tocados sus sentidos se humedecieron recordaron. Escondidos bajo los helechos salvajes en Howth. Debajo de nosotros, bahía, cielo dormido. Ni un ruido. El cielo.¡Oh prodigio! Blandafresca de lociones su mano me tocó, me acarició: sus ojos en mí sin apartarlos. Arrebatado yací sobre ella, sus carnosos labios abiertos, besé su boca. Ñam.

Oporto: un vino con historia propia

Oporto y vino son tal para cual. No se puede entender Oporto sin vino, como no se puede entender el vino sin Oporto.


Durante dos milenios, un paisaje vitivinícola ha florecido en las escarpadas laderas que rodean al río Duero a su paso por Portugal y ha producido un vino excepcional. Más que un regalo de la naturaleza, el vino de Oporto es el epicentro de una historia, un patrimonio cultural de trabajo y experiencia, saber hacer y arte, que se ha desarrollado generación tras generación. Este vino es un producto clave para la economía nacional e incluso un símbolo que representa a Portugal en el mundo.

La historia de los viñedos en el Alto Duero es antiquísima. Hay numerosas evidencias arqueológicas y referencias documentadas para advertir la persistencia cultural de la tradición vinícola de la zona en la antigüedad.

En la región se pueden encontrar tanques de almacenaje de piedra que datan de los siglos tercero y cuarto de nuestra era. La denominación de vino de Oporto, sin embargo, sólo aparece en la segunda mitad del siglo XVII en un contexto de expansión de la producción en la región y en consecuencia de la exportación vinícola.

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En el último tercio del siglo XVII, época de grandes rivalidades por el control de los mares entre las potencias del norte de Europa, la demanda británica y belga de vinos producidos en la península Ibérica creció enormemente, en detrimento de los vinos de Burdeos y otras regiones francesas. Inglaterra en concreto importaba grandes cantidades de vino de Oporto. En 1703, el tratado de Methuen puso el sello diplomático en el comercio de vino al intercambiar privilegios para la industria textil británica en el mercado portugués.

La producción de vinos en Oporto, estimulada por la creciente demanda británica y los altos precios, trató de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado. Como ocurre con todos los grandes vinos, la gran actividad comercial instigó rivalidades que dieron paso a estafas e infracciones en la calidad del producto.

Después ocurrió que en la mitad del siglo XVIII las exportaciones se estancaron a pesar de que la producción siguió creciendo. Los precios bajaron drásticamente y los británicos decidieron dejar de comprar vino ya que acusaron a los productores de adulterar su producto.

En consecuencia, los productores vinícolas de toda la región, deseosos de proteger sus intereses, se asociaron para pedir al futuro Marqués de Pombal la creación de la Companhia Geral dos Vinhos do Alto Douro. Esta institución de nuevo cuño, creada por la Cámara Real el 10 de septiembre de 1756, fue concebida para asegurar la calidad del producto, acabar con el fraude, equilibrar la balanza entre producción y exportación y estabilizar los precios. La primera demarcación territorial se puso en marcha. Los límites de los viñedos se delimitaron para indicar diferentes calidades con la exportación de los mejores vinos como finalidad. También se puso en marcha un registro de vinos.

El vino de Oporto es el epicentro de una historia, un patrimonio cultural de trabajo y experiencia, saber hacer y arte, que se ha desarrollado generación tras generación.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, una serie de factores se entremezclaron para que la transición entre el Oporto de la época del Marqués de Pombal y el Oporto que hoy conocemos se completase. Las plagas de oidium durante la década de 1850 fueron seguidas por la de la filoxera, que destruyó la mayoría de los viñedos de la denominación de origen. En 1865, el nuevo régimen comercial se extendió a regiones colindantes con la primera demarcación, permitiendo a los viñedos su expansión al área del Alto Duero donde los efectos de la filoxera fueron menos intensos.

Este hecho fue seguido por nuevas técnicas agrícolas para trabajar la tierra y cultivar las viñas, la mejor selección de tipos de vid, un mejor uso de fertilizantes y controles antiplagas, todo ello contribuyendo a un aumento en la calidad de los vinos.

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Hacia 1890, mientras los viñedos se recuperaban lentamente y se extendían por áreas mayores, el Duero tuvo que hacer frente a otra crisis que acabaría siendo mucho más destructiva que las plagas en las cosechas; el fraude en la comercialización. Imitaciones del vino de Oporto provenientes de Francia, Hamburgo o Tarragona se vendían a precios mucho más bajos que el original, lo que hizo sufrir al mercado. El comercio estaba en declive, los productores inactivos; la región del Duero sufría un panorama desolador.

El dictador portugués João Franco, tras llegar al poder el 10 de mayo de 1907, firmó un decreto por el cual se regulaba la producción, venta, exportación y control del vino de Oporto, basándose en los principios aplicados por el Marqués de Pombal ciento cincuenta años antes para preservar la denominación de origen. Se trazaron nuevos límites en la región, incluyendo ahora a la zona del Alto Duero. De nuevo, las exportaciones tenían que partir de Oporto o del muelle de Leixões, y la denominación Oporto fue reservada exclusivamente para los vinos fortificados de la región del Duero con un contenido en alcohol mínimo de 16.5º. El control y la responsabilidad de la denominación de origen se le otorgó al Comité Vitivinícola de la Región del Duero.

Por otro lado, un decreto del 27 de junio de ese mismo año que regulaba el comercio de Brandy prohibía el destilado de vinos del Duero y forzó a los productores a comprar los licores que necesitaban para la fortificación de sus vinos a otras regiones vinícolas, medida que provocó fuertes protestas. La excesiva ampliación de los límites de la región también fue ampliamente criticada, hasta el punto de que al año siguiente el gobierno del Almirante Ferreira de Amaral modificó los límites hasta delimitar un área similar a la de la actualidad.
Las exportaciones crecieron exponencialmente hasta su máximo en 1925, que sólo volvería a ser sobrepasado en los años 70.

A pesar de todo lo dicho, la situación en los pueblos de la región vió pocas mejoras. La pobreza y las enfermedades empeoraron al subir los impuestos y el coste de la vida al final de la monarquía y el comienzo de la República. La inestabilidad política y social en el primer cuarto del siglo XX significaron uno de los periodos más turbulentos en la historia de la región del Duero, con manifestaciones, mítines, disturbios, la quema de trenes de carga con Brandy desde el sur del país, ataques a ayuntamientos y edificios del gobierno.

El nuevo régimen que surgió del levantamiento militar del 28 de mayo de 1926 promulgó nuevos cambios en la organización del comercio del vino y la agricultura de la zona, implantando un control estatal más estricto.

En 1926 el gobierno creó el Entreposto en Vila Nova de Gaia, una zona portuaria en Oporto que actuaría como extensión de la región productora de vino. Todas las compañías productoras de Oporto fueron obligadas a construir almacenes en esta zona si querían envejecer sus vinos. En la práctica, esto supuso el final del comercio a lo largo del río, para quedar centralizado en la ciudad.

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Las bodegas de Vino de Porto son un lugar único para entrar en contacto con esta bebida nacional y con su historia. Abiertas al público, ofrecen la oportunidad de degustar este precioso néctar, conocer su recorrido a lo largo del tiempo, la región en la que se produce y la forma en la que se obtiene.

El Instituto de los Vinos del Duero y Porto, creado en 1933, es la entidad responsable de certificar y fiscalizar la Denominación de Origen “Porto”, inspeccionando la calidad y cantidad de los vinos que puedan obtener dicha denominación de origen a través de la reglamentación de su proceso de producción y del sometimiento previo de los vinos a un riguroso control de calidad, el cual es efectuado por sus Servicios Técnicos. Después de aprobado, el vino adquiere el derecho al uso de la Denominación “Porto”, al Sello de Garantía y al Certificado de Denominación de Origen Controlada, todos emitidos por el Instituto de los Vinos del Duero y Porto.

El Instituto, además de certificar y fiscalizar también tiene como responsabilidad la defensa de la Denominación Controlada de Origen y el apoyo a la expansión de su comercio en los mercados consumidores a través de la promoción del Vino de Porto a nivel mundial.

Descorchando arte

Como hemos visto en anteriores entradas, hacer vino es considerado por muchos un arte en sí mismo. Hoy vamos a descubrir tres casos de personas que van más allá y son capaces de crear obras de arte a partir de los tapones de corcho que sellan las botellas.


El primero es Conrad Engelhardt, un artista californiano afincado en Londres que ha encontrado una forma de reutilizar tapones de corcho de manera creativa. El artista aprovecha las diferentes tonalidades de los corchos impregnados de vino para crear retratos y formas, reorganizando los corchos de la manera más sugerente para crear una imagen.

Fuente: corkbycork

Engelhardt ha tenido acceso a miles de corchos de botellas abiertas en los mejores restaurantes londinenses, a la vez que ha conseguido establecer contactos para decorar con sus obras los comedores de restaurantes tan prestigiosos como Les Trois Garçons o The Boundary.

Fuente: corkbycork

En su sitio web Engelhardt explica cómo su formación en química recibida en la Universidad Politécnica del Estado de California fue determinante para desarrollar su propia expresión artística:

Mis conocimientos en química me han dotado de una profunda comprensión de la complejidad del vino, es decir, la interacción de cientos de diferentes componentes químicos que forman su estructura. Junto a la diversidad cromática y aromática, estos componentes del vino trabajan conjuntamente para lograr una sensación gustativa irrepetible. Con respecto al arte, siempre quise encontrar un vehículo de expresión que incorporase el medio natural. Los corchos me parecieron la mezcla perfecta de ambos mundos.

Al corcho, tradicionalmente desechado una vez se abre la botella, se le da de esta manera una segunda oportunidad y se recicla para el deleite del espectador. Los corchos ofrecen un medio único que captura la esencia del vino sellado, y al ser materiales naturales, reflejan las imperfecciones de la naturaleza. Me he inspirado en gran parte en el movimiento impresionista, transfiriendo sus técnicas en desnudos y otros estilos usando una paleta de color bastante limitada que queda definida por la interacción química que sucede entre cada corcho y el vino que contiene la botella, consiguiendo resultados espectaculares.

El encanto mágico reside en que de cerca la imagen apenas se distingue, pero a medida que el público se aleja unos pasos la imagen coge forma al aprovecharse del estrecho punto focal que tiene el ojo humano, y los corchos comienzan a mezclarse cromáticamente hasta que la imagen se torna reconocible.


Seguimos con el italiano Ciro Califano, natural de Nocera Inferiore en Ia región de Campania y antiguo trabajador del servicio postal ya jubilado. Ciro ha conseguido convertir su pasión por la escultura en una auténtica forma de arte usando los tapones de corcho para crear reproducciones de edificios míticos del patrimonio arquitectónico italiano y europeo.

Foto: Luigi Pepe/ANSA

A pesar de haberse dedicado al servicio postal durante toda su vida, Ciro siempre tuvo la intención de desarrollar su talento artístico y dejar huella en el mundo del arte. Cuando sus hijos decidieron abrir un restaurante llamado Cantina del VescovoCiro finalmente dio el paso y se decidió a explotar sus dotes escultóricas. Debido a la rápida acumulación de tapones de corcho que se daba en el restaurante, Ciro encontró el pretexto perfecto para esculpir réplicas en miniatura de maravillas como el acueducto romano de Nimes o la iglesia de Monte Albino entre otras.

Foto: Luigi Pepe/ANSA

El artista dedica una gran cantidad de tiempo a cada una de sus creaciones, alcanzando un increíble grado de detalle que va desde estancias interiores hasta escaleras en espiral o decoración de fachadas. Ya que la materia prima para sus obras sale de allí mismo, Ciro trasladó su estudio al sótano del restaurante de sus hijos, donde se ha convertido en un gran reclamo para el negocio, atrayendo así a los amantes del arte.

Califano emplea normalmente entre 5.000 y 10.000 tapones de corcho por cada obra que realiza, y antes de ponerse manos a la obra estudia con detenimiento la historia del edificio escogido, decide la escala a aplicar y sólo entonces comienza a esculpir el modelo.

La última obra maestra de Califano es una réplica en miniatura del Coliseo, empleando más de 10.000 tapones y cerca de dos años para finalizarlo.


La última aplicación artística de los tapones de corcho la protagonizan dos matrimonios de Estados Unidos que, a diferencia de Engelhardt, no son artistas profesionales. Jim y Mary Lambert y Bob y Diana Nelson han trabajado durante los últimos tres años en la creación de una escultura de tamaño real con la forma de un rinoceronte, usando aglomerado, espuma y alrededor de 12.000 tapones de corcho.

wine-cork-rhinocerosFoto: Randall Benton/sacbee.com

Todo empezó un día hace tres años, cuando Mary sugirió a su marido Jim que buscase un hobby nuevo que fuese algo más original que ocupaciones como la pesca o la talla de madera. Jim, que es un entusiasta del vino y había coleccionado tapones de corcho durante más de 20 años, tuvo la idea de construir una escultura en forma de jirafa usando como material su colección de corchos. Después de recapacitar sobre los más de cinco metros de altura que puede llegar a alcanzar una jirafa adulta, Jim decidió que probablemente sería más fácil construir un rinoceronte.

A pesar de tener un conocimiento artístico escaso, que se limita a haber cursado una asignatura de arte en la universidad, Jim fue capaz de convencer a su viejo amigo Bob Nelson y su esposa Diana de participar en un proyecto así de extravagante. Los Nelson contribuyeron aportando su garaje como espacio de trabajo, y Bob, de profesión arquitecto, comenzó a trabajar en la estructura de la pieza.

Usando la fotografía de un rinoceronte encontrada en internet como referencia para proporciones y tamaño, Nelson diseñó la estructura de aglomerado y piezas de plástico para darle la forma apropiada. Todo lo que hacía falta era cubrir la escultura entera con los tapones de corcho provenientes de la colección de Jim.

wine-cork-rhinoceros2Foto: ArtPrize.org

Los dos matrimonios cubrieron ellos mismos con tapones gran parte del total de la escultura como pasatiempo, pero durante los tres años que les costó completarla se valieron de la ayuda de más de ochenta familiares que ayudaron a pegar tapones sobre el rinoceronte, lo que se convirtió en un pequeño acontecimiento social.

Después de presenciar el resultado final, unos amigos de los Nelson les dieron la idea de inscribirse en un concurso artístico que se celebra en Michigan, donde han registrado la obra con el oportuno nombre de Rhinocirrhosis. Si quedan en primera posición se llevarían a casa unos 200.000 dólares, aunque Jim espera que de no ganar el primer premio, quizá pueda vender el rinoceronte y donar los beneficios a alguna fundación protectora de la especie para generar conciencia en torno al problema del peligro de extinción al que se enfrentan estos mamíferos.

Jerez, una ciudad al compás

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Tras algo de información acerca de la historia del vino, seguimos con un documental que se ha emitido hace poco en La 2 de Televisión Española sobre Jerez de la Frontera, titulado Jerez, una ciudad al compás.


Jerez es quizás el ejemplo perfecto de cómo una ciudad y una región están ligadas histórica y culturalmente a una variedad vinícola. En el documental se explora la relación que se produce entre el vino de Jerez y el flamenco autóctono, dando lugar a una escena local de bares y tabernas donde se pueden apreciar en toda su esencia y que unidos conforman la identidad de la ciudad desde hace siglos.

También queda reflejado muy bien cómo estos dos productos autóctonos, flamenco y vino, consiguen en conjunción convertirse en un reclamo turístico que ayuda a progresar económicamente a una zona tremendamente castigada por el desempleo y la falta de oportunidades para sus habitantes. No en vano Jerez ha sido elegida Ciudad Europea del Vino en 2014, y cuenta con el honor de ser la Denominación de Origen más antigua declarada en España, que data de 1933.

Jerez es quizás el ejemplo perfecto de cómo una ciudad y una región están ligadas histórica y culturalmente a una variedad vinícola.

En el documental aparecen muchas curiosidades sobre el vino de Jerez. Algunas se remontan a su aparición en la Edad Media, al obligarse por ley a los repobladores llegados a esta zona a cultivar vid en las tierras asignadas tras haberse completado la conquista sobre los reinos musulmanes. También es interesante cómo la actividad comercial y de exportación define el estilo del vino, al que se le aumenta el grado alcohólico para que soporte las malas condiciones de los largos viajes en barco hasta el lugar de destino. A los vinos que no se vendían en el destino y regresaban a Jerez afinados con cualidades distintas se les llamaba vinos mareados.

Jerez es pionera en el turismo enológico, siendo la zona vinícola más visitada en toda Europa. También son pioneros en presentar el vino y las bodegas de forma innovadora, en lo que se conoce como Maridaje de vinos y cantes, donde se van asociando las cualidades de ciertos vinos con las de distintos palos de cante flamenco para crear una experiencia única al saborear sus vinos, como las organizadas por Gonzalez Byass.

Por otro lado, bodegas como Luis Pérez apuestan por la originalidad en la crianza del vino en botellas insertadas en ánforas de barro sumergidas bajo el mar, donde la temperatura es constante debido al microclima que se crea debido al efecto botijo. No sabemos en qué medida se trata de una maniobra de marketing o de mejora en la crianza, pero es curioso ver como tres mil años después de que los fenicios se asentaran en la zona, el círculo se cierra con bodegas que retornan a sus métodos para embotellar el vino en la actualidad.

Historia del vino (pt. 3)

Text in English · Fuente imagen cabecera


El vino en España en los siglos XVI a XVIII

Hacia el Siglo XVI comienzan en España a perfilarse las distintas zonas vinícolas que han perdurado hasta nuestros días. Pero era en Francia donde más intensamente se practicaba la viticultura, quizás desde entonces, es el más carismático de los países productores de vino. El hecho más destacable fue la introducción del vino espumoso por un monje benedictino llamado Dom Pierre Perignon (1638-1715) a quien se atribuye también el empleo de pedazos de corcho para el sellado de las botellas, intentando evitar que la fermentación secundaria, producida en el vino de champagne después de embotellado, explosionara el tapón hasta entonces utilizado, formado por tejido de lana y lacre, con lo cual se perdía el producto. La segunda fermentación se pudo así desarrollar, dando origen a la variedad conocida como champagne.

«Durante el siglo XVIII se inició un proceso en la enología española con nuevos tipos de vid»

A partir del siglo XVII comienzan a surgir menciones de cosechas, evolución y calidad de los vinos, pero no hay que fiarse en exceso de estas descripciones. Suelen referirse a los gustos de la realeza o a curas milagrosas más que a sabores y características. Durante el siglo XVIII se inició un proceso en la enología española con nuevos tipos de vid procedentes, sobre todo, de Francia e Italia que se plantan en estacas y en injertos.


 

filoxeraTratamiento químico de la filoxera a finales del siglo XIX. Fuente

El vino en España en el siglo XIX

Los procesos industriales que aparecen en el siglo XIX se comienzan a aplicar también en la industria vinícola, sustituyendo a las técnicas artesanales transmitidas de generación en generación. El ferrocarril impulsa en enorme medida el comercio vinícola.

Hacia el año 1870 la filoxera (Philloxera Vastratix) comienza a destrozar los viñedos de Europa comiéndose las raíces nuevas de la vid; se tuvieron que arrancar casi todas las cepas, reemplazándose por esquejes de cepas provenientes de América e injertos de otras variedades europeas.

A principios del XIX los vinos blancos y rosados pierden importancia y la demanda se centra en los vinos de color oscuro y larga fermentación. Lo que explica dicho cambio es el descubrimiento de los efectos de conservar el vino en botellas. Como hemos visto, desde los romanos, los vinos se conservaban en barriles y las botellas se utilizaban para servirlo en la mesa.

«Las ventajas del envejecimiento en botella empezaron a cambiar el estilo de los mejores vinos de Europa»

El tapón de corcho demostró poco a poco que el vino conservado en una botella convenientemente sellada duraba mucho más que el almacenado en barril, ya que este último tendía a perder apenas el barril volvía a ser abierto. También el proceso de envejecimiento se produce de un modo diferente, para adquirir lo que se conoce como bouquet. Las ventajas del envejecimiento en botella empezaron a cambiar el estilo de los mejores vinos de Europa.


www.lopezdeheredia.comVendimia a comienzos del siglo XX. Fuente

El vino en España en el siglo XX

El siglo XX es crucial para el vino en cuanto a la evolución de su calidad, y tras los avances en las investigaciones de Pasteur de la tecnología aplicada a la elaboración del vino y al nacimiento de Estaciones de Viticultura y Enología en las zonas productoras del país.

En los años veinte se crea la Oficina Internacional de la Viña y el Vino para resolver los problemas que surjan en la vid y en el vino, dividida en tres secciones, viticultura, enología y legislación. La inauguración del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas en los años 30 sirve al desarrollo y divulgación de la Enología.

Posteriormente se crea la Unión Internacional de Enólogos, donde se incluyen asociaciones de enólogos de los grandes países productores de vino. En el año 1932 nace el Estatuto del Vino, que persigue todo aquello que tienda a distorsionar el mercado de los vinos.

En 1970 se dicta el ya derogado Estatuto de la Viña, del Vino y de los Alcoholes, que se basa en su mayor parte en los Estatutos de la Oficina Internacional de la Viña y el Vino. La evolución de la calidad del vino se establece en la Convención de París en 1883 y posteriormente en el Acuerdo de Madrid en 1891 y sobre todo por el de Lisboa en 1958, sobre protección de las Denominaciones de Origen como método de protección de la calidad de los vinos.

Historia del vino (pt. 2)

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Los romanos y el vino

Los romanos heredaron de los griegos la afición al vino. A pesar de ésto, durante la época romana, fueron los galos quienes aportaron un método nuevo: las barricas, que ellos habían usado anteriormente para la cerveza. Julio César, en su campaña por las Galias, reemplazó las ánforas para el transporte del vino, por las barricas galas de madera.

En la época de la conquista romana en nuestra península, el comercio del vino tenía ya era muy importante. Se llegó a exportar tanto vino español a Roma que Diocleciano (año 20) puso fin a este comercio para evitar la ruina de los viñedos en Italia. Nuestros vinos fueron estudiados por los intelectuales romanos, desde Columela hasta Aurelio Prudencio.

El método característicamente romano de cultivo de vides en árbol todavía se practica en el sur de Italia y también en el norte de Portugal. Pero el hecho histórico de mayor consecuencia para el desarrollo del vino fue la implantación de la vid en la Galia. Cuando los romanos desocuparon lo que hoy es Francia, en el siglo V, habían establecido casi todos los fundamentos del vino hasta nuestros días. Desde Provenza se expandieron por el valle del Ródano y en tiempos de Julio César llegaron hasta Burdeos.

«Se llegó a exportar tanto vino español a Roma que Diocleciano (año 20) puso fin a este comercio para evitar la ruina de los viñedos en Italia.»

Todos los inicios tuvieron lugar en los valles de ríos importantes, que eran las líneas naturales de comunicación que los romanos despejaron de bosques y comenzaron a cultivar. Se descubrió que los viñedos tenían un efecto asentador y civilizaban a la población y, además, las embarcaciones eran el único medio para trasladar cargas pesadas como el vino. También debieron comprender el efecto beneficioso que la cercanía de un río ejerce en los vinos.

El célebre Vinum Digitanum al que referencian las ánforas del año 31 a.C., es con seguridad vino gaditano y la Bética, Tarragona, Valencia o Baleares, eran puntos de exportación. Eran vinos muy fuertes. Se mezclaban con ceniza, arcilla, polvo de mármol, resina, pez, etc. Luego se envasaban en ánforas de barro, tapadas con yeso y se dejaban envejecer hasta diez años, a veces junto a las chimeneas para que tuvieran cierto sabor ahumado.

El vino y su elaboración en la antigua Roma fueron reflejados en la literatura de la época. Virgilio nos dejó lo que puede ser considerado un buen consejo para el viticultor: A los vinos les agrada un monte abierto. Mucho se ha especulado mucho sobre la calidad del vino romano. Al parecer, tenía extraordinarias propiedades para la conservación lo que en sí mismo sugiere que era de buena calidad. Las grandes cosechas eran comentadas e incluso bebidas durante más tiempo del que parece posible: el famoso Opimiano – del año del consulado de Opimius, 121 a.C. – era consumido incluso hasta 125 años después. Los romanos contaban ya entonces con las técnicas necesarias para envejecer el vino.

No se limitaban como los griegos a las ánforas de barro, aunque también las utilizaban. Posiblemente hace dos mil años se bebía un vino ciertamente parecido al actual: joven, elaborado más bien con tosquedad; seco o fuerte, según el tiempo estival.


 

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La edad media

La historia de nuestros tres productos emblemáticos es también la historia del hambre, la colonización y la mezcla de culturas y civilizaciones del Mediterráneo, desde sus orígenes agrícolas en Próximo Oriente hasta su constitución como unidad cultural, a lo largo de los milenios que han configurado los rasgos primeros de nuestra identidad: el paisaje de trigales, olivos y viñedos que ha llegado a ser paisaje geográfico y simbólico de la cultura de esta parte del planeta.

Palabras como alcohol, alambique, aloque o arrope provienen del idioma árabe. Los árabes invadieron la península ibérica en el siglo VIII. Su llegada en pequeñas, pero continuas oleadas dio lugar a una convivencia con la población existente. Por ello, salvo esporádicos intentos de prohibir el consumo de vino y el cultivo de la vid, la viticultura y el comercio continuó estando presente en la península ibérica.

La tradición vinícola de los hispanovisigodos, unido a que el Corán no prohíbe expresamente la plantación y cultivo de la vid, ya que se pueden comer uvas o pasas, hizo que el consumo de vino persistiese bajo una actitud permisiva por parte de los musulmanes. De todas formas en este período el consumo, la producción y el comercio de vino se desarrolló y no sólo en la zona de mayor influencia árabe de la península. Culminada la reconquista, el consumo de ciertos productos como el cerdo o el vino servían para distinguir a los musulmanes no conversos que habitaban los reinos musulmanes.

«Durante siglos la Iglesia fue la propietaria de muchos de los principales viñedos de Europa.»

La viticultura debe también gran parte de su desarrollo al cristianismo y su propagación. Durante la Edad Media, la Iglesia fue la depositaría de los conocimientos de la civilización y los monasterios frecuentemente cultivaban la vid en sus alrededores, por lo que la Iglesia llegó a identificarse con el vino, no sólo como sangre de Cristo, sino también como un lujo reconfortante en este mundo. Con el avance de la Reconquista, los monjes comenzaron la repoblación de cepas en zonas más al sur.

El Camino de Santiago, fue una vía de comunicación e intercambio de todo tipo de ideas, conocimientos, lenguas y culturas, y por él entraron nuevas variedades de uva, como la Albariño, de origen germano, que fue importada por monjes cistercienses.

Además de ser el vino necesario para la celebración de la misa, durante la Edad Media la elaboración del vino constituyó una tarea importante en los monasterios. Cada uno poseía su propio viñedo, de donde se extraían los vinos usados en la liturgia, de tal modo que los monjes medievales pueden considerarse precursores de las modernas viticultura y vinicultura, dejando huellas tan claras como los vinos llamados priorato que vienen de la palabra prior.

Durante siglos la Iglesia fue la propietaria de muchos de los principales viñedos de Europa. Dentro de una estructura estable, en la que instrumentos, términos y técnicas parecían inmovilizados, empezaron a surgir lentamente muchas de las variedades de vinos que hoy nos son familiares. Las viñas se extendían alrededor de los monasterios y se fueron alargando hasta cubrir los terrenos de las cuencas del Duero y del alto Ebro, creciendo a lo largo del Camino de Santiago donde surgen vinos en la ribera del Duero, Lerma, Palencia, el Bierzo y más al norte los viñedos de la cuenca del río Sil. También en los campos de Castilla a orillas del Eresma así como en La Serena y en Tierra de Barros, casi en la frontera con los reinos musulmanes.

Historia del vino (pt. I)

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Para arrancar la actividad del blog, comenzamos con una introducción histórica en varias entradas sobre el origen del vino y su producción y evolución a través de las distintas etapas en la historia de la península Ibérica. Descubriremos cómo su consumo y producción están enraizados en la cultura y la historia de nuestro país.

El vino es el licor con contenido alcohólico que se extrae del zumo de uva exprimida tras un proceso de fermentación. El origen de la vid es prácticamente imposible de determinar con exactitud. La teoría principal es que proviene de la zona de Asia central, aunque hay quien asegura que podría tener origen en el continente europeo, donde hay constancia de su existencia desde la época terciaria.  No hay ninguna duda, sin embargo, de que la práctica totalidad de las civilizaciones antiguas conocían su existencia.


Los orígenes

El cultivo de la vid se sitúa entre los 30 y 50 grados de latitud en ambos hemisferios, una zona de propiedades climatológicas y geológicas óptimas para el cultivo de viñedos. Esta zona se conoce como la franja de vino. Dentro, se sitúan países como Francia, Italia, Alemania, España, Estados Unidos y México en la franja norte y Chile, Uruguay, Argentina, Sudáfrica y Australia en la franja sur.

La historia de la humanidad está unida al vino desde sus comienzos. Se cree que el descubrimiento del vino pueda ser debido a una coincidencia, al dejarse uvas recogidas al final del verano en un recipiente, produciéndose la fermentación en invierno.

«La historia de la humanidad está unida al vino desde sus comienzos.»

En yacimientos arqueológicos se han podido encontrar semillas de vid con más de doce mil años de antigüedad, y en Irán se han llegado a encontrar vasijas con restos de vino de hace más de cinco mil años. El vino es entonces uno de los documentos arqueológicos más antiguos en referencia a la historia de la humanidad.

En la cultura egipcia se atribuye a Osiris la enseñanza a los hombres de los métodos para producir vino, siendo esta figura Dionisios en la cultura griega. En la mayoría de las civilizaciones antiguas el vino ocupar un lugar importante en los ritos y celebraciones religiosas.

En la cultura hebrea fue Noé la primera persona que cultivó la vid y produjo vino. En la antigüedad, el mar mediterráneo fue el escenario de muchas variedades vinícolas: los vinos de Cos, Lesbos, Tesalia, Frigia, Quío, Tracia y Chipre, el prámnico de Grecia, el másico, el faleno, el cécubo, o el mamertino de Roma fueron muy apreciados en su época. Por lo general, a estos vinos se les añadían esencias aromáticas de frutas y también miel para su mejor conservación.

Una vez descubierto por el hombre, el vino pasa a ser una parte más de la dieta habitual, aunque también se incorpora a los métodos de curación para enfermedades, y principalmente a la vida social de las civilizaciones a orillas del mediterráneo. También en la antigua China fueron maestros en la fermentación del mosto de uva, y los egipcios etiquetaban minuciosamente las botellas donde lo almacenaban.

El vino penetró en la península ibérica a través de griegos y sobretodo de los fenicios. Hoy en día existen vinos similares a los producidos en la antigüedad: el retsina, elaborado en Ática, al que se le añade durante la fermentación una resina del pino Alepo, o el vermut, parecido a los vinos romanos, al que se le añaden hierbas aromáticas.


Los fenicios y el vino

Los fenicios y los griegos exportan a sus colonias el cultivo de sus tres alimentos principales, pronto aceptados por los pueblos indígenas. Los romanos acabarán por reunir bajo una unidad cultural, y alrededor del Mediterráneo, el pan, el aceite y el vino, productos esenciales de éstos y otros posteriores pueblos implicados en la enorme acción de cultivo de las tierras a orillas del mediterráneo.

Los fenicios (1200 a.C – 146 a.C), fueron una cultura principalmente dedicada al comercio de productos con Occidente y Oriente. Exploraron el Mediterráneo y llegaron hasta las Islas Británicas a través del Atlántico. Bajaron hacia el sur, hasta el actual Senegal, bordeando las costas africanas y establecieron cientos de colonias. Comerciaron mercancías con los egipcios, los griegos, los asirios, los babilonios, africanos y tribus que luego serían parte de España, donde fundaron importantes enclaves como Málaga o Ibiza.

Los fenicios comerciaban con telas, metales e inciensos, y en sus barcos principalmente transportaban ánforas con vino. En cada ciudad que colonizaban o instalaban sus factorías cultivaban en los alrededores vides. Es por esto que en la actualidad regiones como Penedés, en España, y Marsella, en Francia, deban su origen vinícola a los fenicios.

Casi todas las culturas de la tierra en aquellos tiempos le deben el desarrollo en la fabricación y consumo del vino a estos habitantes de las costas en los Montes del Líbano sobre el Mar Mediterráneo, que con su comercio diseminaron los viñedos por todo el espacio mediterráneo.


Historia del vino 2

Los griegos y el vino

Con la colonización griega mil años antes del comienzo de nuestra era, el vino alcanza por primera vez Italia y Francia. Los griegos denominaron a Italia “país de los vinos” por la gran cantidad de sus vides nativas. Es muy posible que África del Norte, Andalucía, Provenza, Sicilia y la península itálica tuviesen también sus primeros viñedos en la época de colonización griega. Los vinos griegos fueron alabados y documentados por muchos de sus poetas, aunque probablemente su calidad real fuese algo dudosa.

El vino perfecto de aquel entonces nos sabría como un rosado dulce de la actualidad, con aromas a moscatel y resina, y posteriormente diluido antes de ser consumido. Hipócrates escribió que «el vino es cosa admirablemente apropiada para el hombre, tanto en el estado de salud como en el de enfermedad, si se le administra oportunamente y con justa medida, según la constitución individual».