Descorchando arte

Como hemos visto en anteriores entradas, hacer vino es considerado por muchos un arte en sí mismo. Hoy vamos a descubrir tres casos de personas que van más allá y son capaces de crear obras de arte a partir de los tapones de corcho que sellan las botellas.


El primero es Conrad Engelhardt, un artista californiano afincado en Londres que ha encontrado una forma de reutilizar tapones de corcho de manera creativa. El artista aprovecha las diferentes tonalidades de los corchos impregnados de vino para crear retratos y formas, reorganizando los corchos de la manera más sugerente para crear una imagen.

Fuente: corkbycork

Engelhardt ha tenido acceso a miles de corchos de botellas abiertas en los mejores restaurantes londinenses, a la vez que ha conseguido establecer contactos para decorar con sus obras los comedores de restaurantes tan prestigiosos como Les Trois Garçons o The Boundary.

Fuente: corkbycork

En su sitio web Engelhardt explica cómo su formación en química recibida en la Universidad Politécnica del Estado de California fue determinante para desarrollar su propia expresión artística:

Mis conocimientos en química me han dotado de una profunda comprensión de la complejidad del vino, es decir, la interacción de cientos de diferentes componentes químicos que forman su estructura. Junto a la diversidad cromática y aromática, estos componentes del vino trabajan conjuntamente para lograr una sensación gustativa irrepetible. Con respecto al arte, siempre quise encontrar un vehículo de expresión que incorporase el medio natural. Los corchos me parecieron la mezcla perfecta de ambos mundos.

Al corcho, tradicionalmente desechado una vez se abre la botella, se le da de esta manera una segunda oportunidad y se recicla para el deleite del espectador. Los corchos ofrecen un medio único que captura la esencia del vino sellado, y al ser materiales naturales, reflejan las imperfecciones de la naturaleza. Me he inspirado en gran parte en el movimiento impresionista, transfiriendo sus técnicas en desnudos y otros estilos usando una paleta de color bastante limitada que queda definida por la interacción química que sucede entre cada corcho y el vino que contiene la botella, consiguiendo resultados espectaculares.

El encanto mágico reside en que de cerca la imagen apenas se distingue, pero a medida que el público se aleja unos pasos la imagen coge forma al aprovecharse del estrecho punto focal que tiene el ojo humano, y los corchos comienzan a mezclarse cromáticamente hasta que la imagen se torna reconocible.


Seguimos con el italiano Ciro Califano, natural de Nocera Inferiore en Ia región de Campania y antiguo trabajador del servicio postal ya jubilado. Ciro ha conseguido convertir su pasión por la escultura en una auténtica forma de arte usando los tapones de corcho para crear reproducciones de edificios míticos del patrimonio arquitectónico italiano y europeo.

Foto: Luigi Pepe/ANSA

A pesar de haberse dedicado al servicio postal durante toda su vida, Ciro siempre tuvo la intención de desarrollar su talento artístico y dejar huella en el mundo del arte. Cuando sus hijos decidieron abrir un restaurante llamado Cantina del VescovoCiro finalmente dio el paso y se decidió a explotar sus dotes escultóricas. Debido a la rápida acumulación de tapones de corcho que se daba en el restaurante, Ciro encontró el pretexto perfecto para esculpir réplicas en miniatura de maravillas como el acueducto romano de Nimes o la iglesia de Monte Albino entre otras.

Foto: Luigi Pepe/ANSA

El artista dedica una gran cantidad de tiempo a cada una de sus creaciones, alcanzando un increíble grado de detalle que va desde estancias interiores hasta escaleras en espiral o decoración de fachadas. Ya que la materia prima para sus obras sale de allí mismo, Ciro trasladó su estudio al sótano del restaurante de sus hijos, donde se ha convertido en un gran reclamo para el negocio, atrayendo así a los amantes del arte.

Califano emplea normalmente entre 5.000 y 10.000 tapones de corcho por cada obra que realiza, y antes de ponerse manos a la obra estudia con detenimiento la historia del edificio escogido, decide la escala a aplicar y sólo entonces comienza a esculpir el modelo.

La última obra maestra de Califano es una réplica en miniatura del Coliseo, empleando más de 10.000 tapones y cerca de dos años para finalizarlo.


La última aplicación artística de los tapones de corcho la protagonizan dos matrimonios de Estados Unidos que, a diferencia de Engelhardt, no son artistas profesionales. Jim y Mary Lambert y Bob y Diana Nelson han trabajado durante los últimos tres años en la creación de una escultura de tamaño real con la forma de un rinoceronte, usando aglomerado, espuma y alrededor de 12.000 tapones de corcho.

wine-cork-rhinocerosFoto: Randall Benton/sacbee.com

Todo empezó un día hace tres años, cuando Mary sugirió a su marido Jim que buscase un hobby nuevo que fuese algo más original que ocupaciones como la pesca o la talla de madera. Jim, que es un entusiasta del vino y había coleccionado tapones de corcho durante más de 20 años, tuvo la idea de construir una escultura en forma de jirafa usando como material su colección de corchos. Después de recapacitar sobre los más de cinco metros de altura que puede llegar a alcanzar una jirafa adulta, Jim decidió que probablemente sería más fácil construir un rinoceronte.

A pesar de tener un conocimiento artístico escaso, que se limita a haber cursado una asignatura de arte en la universidad, Jim fue capaz de convencer a su viejo amigo Bob Nelson y su esposa Diana de participar en un proyecto así de extravagante. Los Nelson contribuyeron aportando su garaje como espacio de trabajo, y Bob, de profesión arquitecto, comenzó a trabajar en la estructura de la pieza.

Usando la fotografía de un rinoceronte encontrada en internet como referencia para proporciones y tamaño, Nelson diseñó la estructura de aglomerado y piezas de plástico para darle la forma apropiada. Todo lo que hacía falta era cubrir la escultura entera con los tapones de corcho provenientes de la colección de Jim.

wine-cork-rhinoceros2Foto: ArtPrize.org

Los dos matrimonios cubrieron ellos mismos con tapones gran parte del total de la escultura como pasatiempo, pero durante los tres años que les costó completarla se valieron de la ayuda de más de ochenta familiares que ayudaron a pegar tapones sobre el rinoceronte, lo que se convirtió en un pequeño acontecimiento social.

Después de presenciar el resultado final, unos amigos de los Nelson les dieron la idea de inscribirse en un concurso artístico que se celebra en Michigan, donde han registrado la obra con el oportuno nombre de Rhinocirrhosis. Si quedan en primera posición se llevarían a casa unos 200.000 dólares, aunque Jim espera que de no ganar el primer premio, quizá pueda vender el rinoceronte y donar los beneficios a alguna fundación protectora de la especie para generar conciencia en torno al problema del peligro de extinción al que se enfrentan estos mamíferos.